Mierda y catástrofe - Fernando Castro Flórez.
La “Movida” que vino tras la dictadura franquista se podría resumir así: Un número considerable de reprimidos perdió de golpe el miedo al ridículo pero con la edad, por pura fatiga, se volvieron los más férreos defensores de lo políticamente correcto y de un Estado calcado a la dictadura que los parió pero de ideología opuesta. Fernando Castro, sin embargo y quizá por el contacto permanente (como profesor) con su clientela adolescente no ha podido despegarse de la payasada como máscara revolucionaria que al parecer no es incompatible con la verborrea arrogante típica de los funcionarios de la Academia.
La "mierda y catástrofe" de Fernando Castro no es un libro de arte, es un libro de propaganda política. Algo con lo que el autor estará de acuerdo ya que él mismo reconoce que todo es política, sobre todo el arte. Nada hay que decir sobre lo que Castro escribe en su libro sobre determinadas obras de arte en concreto, por que poco o nada nos dice sobre ellas y son utilizadas solamente como meras ilustraciones del discurso ideológico que pretende vender. El libro tiene el propósito de convencer al lector de la mierda y catástrofe en la que vivimos bajo este sistema capitalista.
Por ejemplo, nada más empezar el libro se cita la obra de Santiago Sierra solamente para dejar claro que "el trabajo es como un campo de concentración, el dinero es sucio y la cultura en la que vivimos es criminal. El marxismo te lo explica bien clarito y por supuesto el encefalograma plano de todo Cristo es algo patológico y evidentisimo y eso es porque la gente ve mucha tele". (Cita prácticamente literal que podemos encontrar en la primera o segunda página libro). Queda muy claro lo que resta soportar a los lectores durante el resto del libro: Que en los hogares de cada cual habita "el horror, lo brutal, la catástrofe, lo terrible, la bunkerización, el pánico, lo atroz, la idiotez...". Tal cual.
Castro denuncia machaconamente en las 200 páginas siguientes toda la mierda que nos embadurna. Más 100 páginas de regalo llenas de citas ya que no le parecieron suficientemente empalagosas los corta y pega de las 200 anteriores. No esperen encontrar en todo un análisis serio, gráficos o cosas así. Los argumentos son Bartes, Derridá o los "realitis", "los videojuegos", "la extrañeza de lo cotidiano", "el no lugar", la "ausencia ontológica" y cosas por el estilo. Metafísica pura. Nuestro tiempo está "desquiciado"y es un asco, los demás son gilipollas porque él lo dice y punto pelota...
Conclusión: Que suerte que tenemos al mundillo del arte subvencionado y a un crítico de arte como Fernando Castro para recordarnos que todos sin excepción somos imbéciles. Menos los artistas, que son capaces de ver esto muy claro.
Lo gracioso es que el sermón del apocalipsis zombie en el que vivimos nos lo suelta un burgués privilegiado, un funcionario público que se puede permitir malgastar el tiempo libre escribiendo un libro para denigrar la sociedad que le rodea. Un hedonista que junto a la “élite” artística disfruta de la mejor época de la historia, con los mayores lujos y logros. Alguien a quien los impuestos de sus vecinos degenerados le permite la vidorra que jamás nadie soñó sobre la faz de la tierra.
Ni por asomo Castro podría ser portavoz legítimo de la miseria real que aún existe en el mundo (y que por suerte decrece a pasos agigantados, gracias al capitalismo). Fernando Castro propaga una caricatura de la realidad y lo hace sin datos, sin pruebas, desde la ideología más burda, con verborrea vacía como único argumento. Sin otros conocimientos más allá de esa salsa patafísica de unos autores posmodernos que dan vergüenza ajena a todo ser inteligente y que por desgracia son la papilla hegemónica. Eso sí que es una mierda y una auténtica catástrofe.